La violencia volvió a irrumpir en el corazón turístico de México. Sergio Pech Poot, secretario general del Sindicato de Trabajadores del Ayuntamiento de Benito Juárez, fue asesinado este domingo por sicarios que lo emboscaron mientras conducía por la Ruta 4, una de las arterias más transitadas de Cancún. El ataque fue directo, sin advertencia. Dos hombres a bordo de una motocicleta se emparejaron a su vehículo y abrieron fuego sin piedad. La escena se desarrolló en cuestión de segundos, pero su impacto ha dejado una marca profunda en el gremio sindical y en la opinión pública local.
El dirigente perdió la vida instantáneamente. Su cuerpo quedó al interior del automóvil, con varios impactos de bala, ante la mirada atónita de transeúntes que, a pesar del shock, lograron alertar a las autoridades. Cuando los paramédicos llegaron, ya era demasiado tarde. Elementos de la policía municipal y de la Fiscalía estatal acordonaron la zona mientras peritos forenses realizaban el levantamiento del cuerpo.
No es la primera vez que Sergio Pech Poot aparecía en el radar público por cuestiones más allá de su función sindical. En meses recientes, había denunciado presuntas irregularidades en la administración municipal y, según fuentes cercanas, había recibido amenazas. Era un dirigente incómodo, con voz propia y capacidad de movilización entre los trabajadores del Ayuntamiento. Su asesinato, en este contexto, no parece un hecho aislado.
Aunque las autoridades aún no han informado sobre posibles líneas de investigación, en el entorno sindical y político local se habla abiertamente de un crimen con tintes de represalia. Algunos apuntan a pugnas internas por el control del sindicato, mientras otros no descartan la posible infiltración del crimen organizado en estructuras administrativas y laborales, una constante que ha plagado a diversas regiones del país.
Quintana Roo, uno de los destinos turísticos más emblemáticos de México, ha vivido en los últimos años una transformación inquietante. Detrás de la fachada de playas paradisíacas y hoteles de lujo, se esconde una realidad marcada por el crecimiento de células delictivas que operan en la sombra del turismo masivo. Extorsiones, cobros de piso, ejecuciones y desapariciones se han vuelto parte del paisaje cotidiano, incluso en zonas urbanas como Cancún y Playa del Carmen.
El asesinato de Pech Poot no solo es un golpe para el movimiento sindical; es también un síntoma más de la degradación institucional en el estado. La violencia ya no se limita a actores del crimen organizado enfrentándose entre sí; ahora alcanza a líderes sociales, periodistas, activistas y representantes gremiales.
Uno de los rasgos más inquietantes de este caso es la previsibilidad. Se trata de una muerte anunciada en un país donde la impunidad supera el 90% en los casos de homicidio doloso. La respuesta de las autoridades, hasta el momento, ha sido escueta. La Fiscalía General del Estado confirmó que se ha abierto una carpeta de investigación, pero no hay detenidos ni pistas públicas sobre los autores materiales o intelectuales.
En redes sociales y medios locales, trabajadores municipales, organizaciones sindicales y ciudadanos han exigido justicia y protección para quienes ejercen liderazgo social. Muchos lo han hecho bajo anonimato, temerosos de que sus voces también puedan convertirse en blancos.
El asesinato de Sergio Pech Poot se suma a una larga lista de líderes sociales y sindicales que han sido silenciados por la violencia en México. Según organizaciones especializadas, al menos una veintena de dirigentes gremiales han sido asesinados en los últimos cinco años. La tendencia va en aumento, alimentada por la debilidad institucional, la colusión de autoridades con grupos criminales y la falta de mecanismos de protección eficaces.
En Cancún, la vida sigue con la normalidad impostada que obliga el turismo. Pero debajo de esa superficie, una parte de la sociedad está de luto. Un dirigente ha caído, y con él, se desploma otra pieza de la frágil estructura democrática que, cada día, se sostiene con más miedo y menos justicia.