En el Zócalo de la Ciudad de México, durante el acto por el primer año de gobierno de Claudia Sheinbaum, se produjo un gesto simbólico de relevancia política: figuras como Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Luisa Alcalde, Manuel Velasco y el dirigente juvenil Andy López Beltrán fueron ubicados en la “segunda fila”, detrás de una valla que los separaba del templete principal y del resto de invitados VIP.
Este nuevo acomodo retoma una escena ocurrida en marzo pasado cuando, en un evento similar, dichas figuras “ignoraron” el paso de Sheinbaum. En esa ocasión, al llegar la mandataria al Zócalo, varios de ellos se dieron la espalda, atendiendo una fotografía o posando frente a las cámaras, en un giro que fue interpretado como un fuerte desaire político.
Esta vez, el guion cambió: no fue el descuido lo que los marginó, sino una ubicación deliberada. En el escenario del acto, los gobernadores de todo el país gozaron de pase directo a la primera fila. Detrás quedaron los coordinadores parlamentarios y líderes morenistas, confinados a una zona delimitada por vallas metálicas.
Se comenta que los organizadores aplicaron este nuevo arreglo como una señal de reproche o advertencia: quienes no dieron prioridad a la presidenta hace meses, ahora serían físicamente desplazados hacia atrás.
Dentro de ese “corral VIP” de la segunda fila coincidieron personajes como Luisa María Alcalde, Andy López Beltrán, Monreal, Adán Augusto y Velasco. El caso más extremo de aislamiento fue el del secretario de Organización de Morena, Andy López, quien fue ubicado aún más atrás, en la tercera fila del acto.
Este tipo de gestos en actos públicos no son meros detalles protocolares. Lo que pudo parecer una decisión logística o estética revela una lógica de control simbólico —quién ocupa el frente y quién queda rezagado transmite mensajes claros sobre jerarquías políticas, sanciones implícitas o señales previas de distanciamiento.
Para los coordinadores parlamentarios, este relanzamiento de posición sugiere que su capital simbólico está bajo examen. López y Monreal, quienes aspiran a protagonismos mayores dentro de Morena, podrían estar recibiendo una advertencia no verbal: su cercanía con el poder podría depender de su lealtad visible y actuaciones públicas.
El episodio también ofrece una ventana al equilibrio interno del proyecto de Sheinbaum. Mostrar autoridad sobre quiénes están más cerca del centro conforma parte de la construcción de su figura como líder. Además, sirve como recordatorio para todos los actores del círculo cercano: los privilegios no son inherentes, pueden ganar o perderse.
El siguiente paso será observar cómo reaccionan los relegados: si lo interpretan como una ofensa, si reivindican su presencia en escenarios futuros o si aceptan esa posición como parte del tablero político. También habrá que ver si alguno decide marcar distancia pública, responder con gestos simbólicos propios o reforzar su presencia detrás del telón.
En política mexicana, incluso la ubicación física en un evento puede narrar alianzas, tensiones y reordenamientos del poder. Aquí, otra vez, el espacio hablado por la posición: de primeras filas simbólicas a filas de emergencia.