Desde ADX Florence, una de las prisiones federales más seguras del país, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera envió una carta manuscrita al juez Brian M. Cogan, solicitando acceso urgente a su nuevo abogado, José Israel Encinosa. A pesar de que el juez habría autorizado dicha comunicación hace semanas, ni las visitas, ni las llamadas, ni las cartas han sido permitidas, según escribe el capo del Cártel de Sinaloa. La misiva, fechada el 15 de julio, fue ingresada al sistema judicial el 5 de agosto.
El texto evidencia la frustración del recluso: afirma que su defensor lleva casi un año intentando visitas o llamadas autorizadas, en vano. Guzmán escribre que, aunque el juez lo autorizó, el gobierno estadounidense no ha cumplido esa orden. “Para mí, es vital el abogado”, remata el escrito, pidiendo nuevamente al juez que exija al sistema carcelario permitirle contactar con su defensa.
El reclamo cobra relevancia si se considera el régimen de Medidas Administrativas Especiales (SAMs) al que está sujeto Guzmán en ADX Florence. Bajo estas medidas pasa 23 horas diarias en una celda solitaria, sin contacto físico con familiares o abogados y con comunicaciones rígidamente supervisadas. Llegó a compararse el entorno con “un infierno”, solo suavizado cuando el juez le autorizó el acceso del letrado, que todavía no se ha concretado.
Este episodio es parte de una larga estrategia judicial: en años previos Guzmán ha escrito al juez y a autoridades cuestionando su condena, las condiciones del juicio y las restricciones carcelarias. Insiste en que las limitaciones impuestas no solo dañan su bienestar, sino que afectan su derecho constitucional a una defensa efectiva.
La carta de “El Chapo” pone al desnudo el choque entre el riguroso régimen penitenciario estadounidense y los mínimos derechos legales que debe tener incluso el preso más peligroso. Su defensa, paralela a sus intentos de revisión de condena, se encuentra inmersa en una batalla burocrática contra las condiciones impuestas, que podrían vulnerar su derecho a preparación y asesoría lega