Zuckerberg, quien en 2013 celebraba haber conectado a mil millones de usuarios, ahora impulsa una transformación radical: que las empresas ya no necesiten creativos, analistas ni estrategas humanos para lanzar campañas publicitarias. Meta propone que con solo definir un objetivo y vincular una cuenta bancaria, su sistema de IA se encargue de todo: desde la creación de contenido hasta la segmentación y medición de resultados.
Este enfoque se materializa en herramientas como Advantage+, que permiten campañas omnicanal automatizadas, segmentación dinámica y contenido generado por IA. El checkout integrado y los anuncios en notificaciones refuerzan la idea de una experiencia publicitaria sin intervención humana.
Para lograr esta visión, Meta ha invertido cifras astronómicas en talento. Ingenieros provenientes de OpenAI, Apple y Google han sido seducidos con ofertas que superan los 200 millones de dólares. Sin embargo, muchos expertos han rechazado estos contratos, cuestionando la dirección ética del proyecto.
La compañía ha reestructurado su división de IA cuatro veces en seis meses, creando laboratorios como Superintelligence Labs y FAIR, enfocados en desarrollar una “superinteligencia personal” que acompañe al usuario en su vida diaria. Zuckerberg ha descrito este concepto como una IA que no busca automatizar el trabajo, sino potenciar la creatividad, las relaciones y el crecimiento personal.
Aunque Meta insiste en que la IA será una herramienta de apoyo, documentos internos revelan que planea automatizar hasta el 90% de las decisiones sensibles, incluyendo moderación de contenido, seguridad infantil y privacidad. Esto ha encendido alarmas sobre el reemplazo del juicio humano por algoritmos, especialmente en áreas éticamente delicadas.
Mientras algunos ejecutivos defienden que la IA no sustituirá a nadie, otros dentro de la empresa reconocen que el objetivo es reducir costos operativos y acelerar procesos, incluso si eso implica prescindir de profesionales humanos.
La automatización masiva plantea interrogantes sobre la responsabilidad social de las empresas tecnológicas. En regiones con regulaciones estrictas, como la Unión Europea, Meta ha prometido limitar el uso de IA en decisiones críticas. Pero en países con marcos normativos más laxos, los usuarios podrían quedar expuestos a sistemas automatizados sin supervisión humana.
Zuckerberg visualiza un mundo donde dispositivos personales como gafas inteligentes se conviertan en asistentes permanentes, capaces de ver, oír e interactuar con los usuarios durante todo el día. Esta “superinteligencia personal” promete ayudar a las personas a alcanzar sus metas, pero también redefine el rol humano en un entorno cada vez más dominado por algoritmos.