La tragedia del “pipazo” en el distribuidor vial de La Concordia, en Iztapalapa, sumó una nueva víctima y alcanzó un saldo de 30 personas fallecidas. La Secretaría de Salud de la Ciudad de México confirmó el deceso de Geovana, de 21 años, quien había permanecido hospitalizada desde el accidente ocurrido el pasado 10 de septiembre.
Su caso se volvió especialmente simbólico. Durante días se le conoció solo como “la mujer del tatuaje Laurel”, ya que su identidad no pudo ser confirmada de inmediato. Familiares, autoridades y personal médico lucharon por darle nombre y rostro a una joven que ingresó en estado crítico y que, pese a los esfuerzos médicos, no logró sobrevivir.
La volcadura y explosión de la pipa provocó escenas de caos y devastación en una de las zonas más transitadas del oriente de la capital. Automovilistas atrapados en la vialidad, peatones alcanzados por las llamas y familias que perdieron a varios integrantes en cuestión de segundos forman parte de un episodio que, con el paso de los días, se consolida como una de las tragedias urbanas más mortales de la Ciudad de México en la última década.
El impacto no se limita a la cifra de víctimas. Decenas de heridos continúan en recuperación, algunos con quemaduras graves que implicarán largos procesos de rehabilitación. Varias viviendas cercanas resultaron dañadas por la onda expansiva, lo que ha obligado al Gobierno capitalino a desplegar apoyos de emergencia para las familias afectadas.
La magnitud del accidente ha reabierto el debate sobre la seguridad en el transporte de gas y combustibles dentro de la capital y su zona metropolitana. Vecinos de Iztapalapa y organizaciones civiles han exigido revisar con rigor las condiciones mecánicas y las licencias de operación de las pipas, que circulan a diario por vialidades saturadas y en condiciones que muchas veces no garantizan seguridad plena.
El caso de Geovana, ahora confirmada como la víctima número 30, se suma a una lista dolorosa de historias individuales que han marcado a la comunidad. Su tatuaje de laurel, que en un inicio fue la única pista de su identidad, se convirtió en símbolo de las dificultades para identificar a varios heridos en medio del caos hospitalario que siguió a la explosión.
Con cada nueva confirmación de fallecimiento, la tragedia de La Concordia revela no solo el costo humano de un accidente de estas dimensiones, sino también las fallas estructurales en materia de prevención y regulación que siguen pendientes en la Ciudad de México. El duelo, aún abierto, plantea la urgencia de respuestas institucionales que vayan más allá de la atención inmediata y que busquen prevenir que un hecho como este vuelva a repetirse.