La Fiscalía General de la República (FGR) cumplimentó la orden de aprehensión en su contra la tarde del lunes en la ciudad de Chihuahua, tras recibir la autorización formal del gobierno de Estados Unidos para procesarlo por delitos adicionales a los que motivaron su extradición en 2022. La autorización era indispensable: al ser devuelto a México bajo la regla de especialidad, Duarte solo podía ser juzgado por los cargos originalmente aceptados por Washington. Una vez levantada esa restricción, la Fiscalía Federal avanzó con el nuevo proceso.
El ingreso inmediato al penal del Altiplano –la prisión federal de mayor seguridad en el país– refleja la gravedad del caso y el nivel de vigilancia que las autoridades consideran necesario. Desde este centro se llevarán a cabo las audiencias iniciales y se determinará si Duarte será vinculado a proceso.
El exmandatario enfrenta ahora una acusación federal distinta a las que ya cargaba: en el fuero común había sido procesado por peculado y asociación delictuosa, relacionados con una presunta red de desvío de recursos públicos. El nuevo expediente de la FGR señala posibles operaciones financieras irregulares, triangulación de fondos y el uso del sistema financiero para ocultar el origen ilícito de recursos.
La detención y reclusión de Duarte representan uno de los movimientos más significativos de la FGR en este cierre de año. Analistas consideran que se trata del primer golpe de alto perfil bajo la gestión de la fiscal Ernestina Godoy, quien asumió el cargo a principios de diciembre y había prometido una agenda firme contra la corrupción política.
El caso Duarte ha tenido larga trayectoria:
La imputación por lavado de dinero implica, además, la posibilidad de rastrear redes financieras, empresas fachada y mecanismos de desvío que habrían operado durante su gobierno.
Duarte deberá comparecer ante un juez federal en Almoloya para su audiencia inicial, donde se determinarán la legalidad de su detención y la posible vinculación a proceso. La FGR presentará las primeras pruebas, mientras que la defensa buscará desacreditar la investigación o solicitar medidas menos restrictivas.
De ser vinculado, el exgobernador podría permanecer en prisión preventiva justificada, dado el tipo de delito, el riesgo procesal y el historial previo del caso.
El ingreso de un exgobernador priista al penal de mayor seguridad del país envía un mensaje contundente en materia de combate a la corrupción. Para el gobierno federal, el caso tiene un valor simbólico y operativo:
La evolución del caso Duarte será decisiva para evaluar la eficacia de la nueva administración de la FGR y su capacidad para perseguir redes político-financieras que, por años, operaron bajo estructuras estatales.
Por ahora, Duarte enfrenta el momento judicial más delicado de su carrera política, esta vez desde el interior del penal del Altiplano, donde permanecerá mientras avanza el proceso federal por presunto lavado de dinero.