Ricardo Astudillo no solo ha sobrevivido a los ciclos políticos de Querétaro, los ha anticipado. Su capacidad de adaptación, su olfato de alianzas y su apuesta por el proyecto presidencial de Sheinbaum lo colocan como un aspirante serio al 2027.
En un estado donde los equilibrios políticos parecen estables, hay figuras que no se imponen con estridencia, sino con paciencia, cálculo y lealtades bien colocadas. Ricardo Astudillo Suárez es uno de ellos. Arquitecto de formación, operador de tiempo completo, su trayectoria es el testimonio de cómo se construye poder no desde la confrontación, sino desde la permanencia.
Su mayor acierto político reciente fue tomarse en serio la candidatura a diputado federal en 2024. Acompañó desde el primer momento el proyecto de Claudia Sheinbaum y leyó con claridad lo que otros ignoraron: la marea estaba cambiando y el respaldo presidencial traía consigo un nuevo mapa de poder. No solo ganó; fue el segundo candidato más votado en San Juan del Río, solo detrás de la hoy presidenta.
Pero su consolidación viene de más atrás. Supo pilotear al Partido Verde en Querétaro durante el viraje entre el sexenio de Peña Nieto y el arribo de la 4T. Mientras otros cuadros del PRI se resistían a ceder terreno, Astudillo supo ver hacia dónde se movía el país y preparó su estructura local sin romper con nadie, pero dialogando con todos.
Hoy, en su segunda etapa como diputado federal, ya no es solo un político local. Se ha convertido en una figura con reconocimiento nacional dentro del Verde. Es respetado por los dirigentes del partido, confiable para los operadores de Morena y suficientemente hábil para sentarse con actores del PAN y del PRI sin levantar sospechas. En su equipo hay priistas de peso, exfuncionarios del PAN, operadores municipales. Es, en muchos sentidos, el político que mejor ha entendido la transición queretana.
Su respaldo a la candidatura de Chema Tapia a la presidencia municipal de Querétaro en 2024 es una prueba de su oficio. Cuando el proyecto de Tapia tambaleaba, Astudillo movió las piezas necesarias para mantenerlo como abanderado del Verde. Ese gesto no solo sostuvo la alianza con Morena, también colocó al Verde en la primera línea de negociación dentro de la Cuarta Transformación en el estado.
Su estilo es sobrio, analítico. No improvisa. No se le ve en escándalos ni en desplantes mediáticos. Pero cuando habla, lo hace con claridad. No compite por likes, sino por espacios. Y los consigue.
Ahora, con la sucesión estatal en el horizonte, su nombre suena cada vez con más fuerza. Busca ser el candidato a gobernador por la alianza Morena-PT-PVEM, y tiene con qué. A diferencia de otros aspirantes, no necesita hacerse visible: ya está colocado.
Y entonces viene la pregunta incómoda, pero inevitable:
En la elección de 2027, solo tres gubernaturas del país no estarán en manos de la 4T: Aguascalientes, Chihuahua y Querétaro. Aguascalientes está casi cantado para Arturo Ávila. Chihuahua, para Andrea Chávez. ¿Qué nos dice que Querétaro no pueda ser la carta del Partido Verde?
Si la 4T quiere ganar sin fracturar, si necesita un perfil queretano, confiable y negociador, Astudillo está listo. Y lleva más de veinte años construyendo para este momento.