Apenas tres días después de dejar la Secretaría de Gobernación, Adán Augusto López Hernández realizó 195 aportaciones en especie a Morena, sumando 1.9 millones de pesos, lo que representó el 89% de todas las cuotas de militantes registradas ese año. Aunque no se detallaron los bienes o servicios entregados, la contribución más alta superó los 375 mil pesos, mientras que las más bajas rondaron los 90 pesos.
En paralelo, López Hernández renunció al financiamiento de cinco millones de pesos que el partido ofrecía para las campañas internas, asegurando que cubriría sus gastos con ahorros personales. Esta decisión fue interpretada como un intento por marcar distancia frente a sus competidores y proyectar una imagen de independencia económica.
El caso de Adán Augusto contrasta con la tendencia descendente de aportaciones dentro de Morena. En 2021, el partido reportó cero cuotas de sus más de dos millones de afiliados. En 2023, apenas tres militantes aportaron dinero en efectivo, mientras que simpatizantes no identificados contribuyeron con cerca de 493 mil pesos.
Este fenómeno revela una paradoja: a medida que Morena gana poder político, disminuye el compromiso económico de sus bases, mientras que el financiamiento público se vuelve la principal fuente de ingresos. La figura de López Hernández, entonces, no sólo destaca por su generosidad, sino por evidenciar una transformación en la relación entre militancia y sostenimiento partidista.